Las ciudades crecen cada día, cada hora. Infinitas colmenas impersonales, dotadas de todo lo que uno puede (o cree) necesitar.
Las ciudades son El Dorado del siglo XX, la única alternativa de vida que propone una sociedad que se alimenta de ese crecimiento imparable y voraz.
Mientras tanto, el medio rural va cayendo en el olvido. De los mas de 8.000 pueblos que vertebran el territorio español, seis de cada diez se encuentran en riesgo de extinción.
“El pueblo” ha quedado relegado a un recuerdo de la infancia, a los veranos en casa de los abuelos o a meros letreros con nombres inverosímiles salpicando las carreteras que unen las grandes ciudades.
Pero existe un soplo de esperanza en este choque de trenes.
Ante el exceso de todo lo demás, el pueblo vuelve a ser una opción para despojarse de todo. Para volver a conectarse con la raíz, con la tierra.
Volver para re encontrarse con la identidad.