En la década de 1890, cuando la modernidad se integró en el pensamiento chino, se hizo evidente que ningún otro modelo extranjero sería adecuado para su propia situación, que se ensayarían muchos modelos pero ninguno sería idóneo, y que el creativo pueblo chino tendría que encontrar, a su manera, su propia salvación. Ya que tuvieron un único pasado, tendrían su propio y único futuro. (John King Fairbanks. China: A New History).
Fue aquí, en China, a orillas del fértil río amarillo donde nacieron las primeras civilizaciones de la historia.
Por otro lado, a día de hoy China es el país de mayor crecimiento económico y uno de los de mayor desarrollo del mundo.
Estos dos factores son determinantes en la identidad del pueblo Chino, y sus naturalezas tan antagónicas requieren del equilibrio para mantenerla viva.
El pensamiento filosófico chino considera la armonía como un estado de equilibrio desarrollado por el hombre y que alcanza a través de las correctas y adecuadas relaciones. Romper este orden cósmico acarrearía serias alteraciones.
Es desde ese equilibrio, desde la armonía entre tradición y desarrollo, desde donde el creativo pueblo chino debería construir el futuro, ese futuro propio y único que mantenga el orden cósmico.